UN TEST DE ADN DIAGNOSTICA UN 30% DE LA DISCAPACIDAD INTELECTUAL OCULTA.
La gran heterogeneidad clínica y genética de la discapacidad intelectual dificulta enormemente su diagnóstico, hasta el punto de que en la mitad de las personas que la sufren (entre el 50% y el 60%) no es posible determinar la raíz del problema. Puede suceder que la alteración en un gen provoque síndromes diferentes. O que un mismo síndrome se active a través de distintos genes. O incluso que una misma modificación genética se corresponda con diferentes manifestaciones en los pacientes (capacidad verbal, motora, agilidad mental…) o distintos grados de afectación.
Gracias al conocimiento generado en las últimas décadas se sabe que buena parte del origen de estos problemas que afectan a la inteligencia, la capacidad de ser autónomos y de relacionarse con los demás con normalidad está en los genes . Pero, pese a los avances alcanzados, la mitad de los niños que llegan a las consultas salen sin que el médico sepa trasladar a sus padres cuál es la causa del trastorno que sufren.