Dialogar con Don Quijote
Dialogar con Don Quijote
Esta publicación la forman una selección de textos comentados del Quijote diseñada para jóvenes y niños,con el fin de acercarse a esta novela universal con un enfoque novedoso respetando siempre los contenidos de la obra.
¿Por qué una selección de textos?
La lectura de Don Quijote resulta difícil e intrincada para los jóvenes y para otros lectores más adultos. Muchos se desaniman y son incapes de seguir con atención la narración de las prolijas descripciones hechas en cada aventura por la falta de hábitos lectores.
Esta serie de textos pretende favorecer el descubrimiento de este gran personaje como maestro de la vida, inteligente, tolerante y vitalista. Su lectura es una oportunidad para dar voz a quien ya habló sabiamente hace tiempo del amor, la aventura de la vida y la ilusión de la imaginación, a través de la pluma de Cervantes.
Las autoras de esta selección de textos quieren que el Quijote se convierta en un amigo con el que se dialoga y al que se le escucha.
Dialogar con Don Quijote
Selección de textos y comentarios a cargo de Ángela Sierra e Isabel Pérez Schwartz
Ilustraciones Ikonográfica
Edición de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. 2005
La literatura para Cervantes fue para él la patria del reencuentro consigo mismo y en el Quijote nos deja la idea de que el único paraíso posible es el de la imaginación.
Las vicisitudes que vivió Cervantes explican al Quijote, como parábola sobre los valores de la imaginación y de la libertad. En realidad, podría decirse que leyendo al Quijore conocemos a Cervantes y leyendo la vida de Cervantes conocemos al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Este pequeño libro está compuesto por once textos extraídos de la primera y segunda parte de Don Quijote de la Mancha, además de unas notas biográficas sobre el autor.
Cada texto viene precedido por un brevísimo comentario en el que destaca la temática y las reflexiones sobre el amor, el trabajo y la la lucha del caballero don Quijote y de su leal escudero Sancho Panza.
La idea del libro nos parece acertada y seguramente que como profesores y lectores, podremos hacer algo muy similar con la obra, extrayendo los textos que nos resulten más interesantes para leer con los jóvenes en clase.
Extraemos hoy uno que habla sobre la mujer, a quien don Quijote tanto respetó.
Capítulo XXX (segunda parte)
De lo que le avino a don Quijote con una bella cazadora
Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último dél vio gente y, llegándose cerca, conoció que eran cazadores de altanería. Llegose más, y entre ellos vio una gallarda señora sobre un palafrén o hacanea blanquísima, adornada de guarniciones verdes y con un sillón de plata. Venía la señora asimismo vestida de verde, tan bizarra y ricamente, que la misma bizarría venía transformada en ella. En la mano izquierda traía un azor, señal que dio a entender a don Quijote ser aquella alguna gran señora, que debía serlo de todos aquellos cazadores, como era la verdad, y así, dijo a Sancho:
– Corre, hijo Sancho, y di a quella señora del palafrén y del azor que yo el Caballero de los Leones besa las manos a su gran fermosura y que si su grandeza me da licencia, se las iré a besar y a servirla en cuanto mis fuerzas pudieran y su alteza me mandase.
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altanería: cazadores que emplean pájaros de presa.
palafrén: caballo manso en que solían montar las damas.
hacanea: jaca mayor de lo habitual.
azor: ave rapaz de caza.
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Sobre esa selección personal que hemos hablado de textos de la obra, y ya que hacemos protagonista a la mujer, nos rendimos al amor, al respeto y la consideración que el hidalgo le manifestó siempre. ¡ Vaya usted a saber cómo usaría su lanza ante tanto disparate actual!
Este texto, que pertenece al primer capítulo de la primera parte, es uno de mis favoritos:
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: «Yo, señora soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante»?
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.
Don Quijote en el Centro Virtual Cervantes.
Archivado en: Biblioabrazo. Ana Nebreda Tagged: clásicos, mujeres
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