Un futuro oscuro
La habitación, completamente en penumbra, olía a humedad mezclada con un dulzor añejo a pachuli y sándalo. Cuando me senté en la silla, la madera crujió como preludio de lo que debía pasar en la sala momentos más tarde. La pitonisa tapaba la bola de cristal con una gasa de color morado que otorgaba a la sala un aspecto todavía más lúgubre. Mientras se concentraba en su labor de comunicarse con mis muertos, emitía unos suaves sonidos parecidos al ulular de una lechuza.